Desde la perspectiva que la luz
ofrece observo un nudo marinero. Es la noche. Creí, sobre las ocho, que podría
dormir a pierna suelta y sin contemplaciones, pero pienso en ti, que es otra
manera de decir que pienso en mí. ¿Qué es Cecilia? Acaso una mariposa que se ha
colado por mi boca y vuela a lo largo y ancho de mi cuerpo, dotando de viveza
mis órganos vitales, por no hablar de que les concede un sentido.
Pasé la tarde “trabajando” en mi
decimocuarta novela. Ella insiste en que no regale, en que publique y lleve a
término mis cosas. A veces intento explicarle que mis contactos desaparecieron,
que salí a ostias, que mi orgullo pudo más que mi noción de amistad, pero que
sigue siendo cierto que si soy algo es amigo y que jamás he traicionado (más
allá de exponer al mundo mis realidades, pues también en mí soy amigo, por
mucho que sea un amigo al que personalmente deteste en ocasiones), algo que es
distinto a lo que otros han practicado conmigo. En mi culo, me explico, caben
bombillas enteras. Lucen en mi dentro y tú, mariposa, te acercas a guerrear con
ese misterio, para luego regresar a mi cabeza que, en esta noche pacífica, es
un maremoto que pide a gritos avanzar a tierra firme. Ten por seguro, amor mío,
que si pudiera metería ese aparato en una jaula y le enseñaría a sólo prestar
atención a tus caricias. El único dominio que me ha permitido tratar esto es mi
afecto por el haloperidol, ya alejado de atractivas trampas como la perica y la
bebida.
Cuando te concibo persona
(perdona que te tutee, amor de mi vida, y de mis vidas) me agarro a tus nervios
e intento dar con el enchufe que los conecta con mi cuerpo, en una lucha que va
más allá de los sexos, pero una vez dentro de tu cuerpo me dedico a recoger
flores que no sé qué nombres tienen con la ilusión de entregártelas también
dentro de tu cuerpo, lo cual es una quimera.
Hoy la noche me ha sorprendido,
la pesadilla me ha cogido despierto y te he llamado por si tenías el móvil
encendido. Antes había pensado en palabras precisas, aunque no se me ha
ocurrido ninguna. Intento dar con ellas ahora, un par de horas más tarde.
¿Teclear? El tabaco se acabó hace
media hora y no sé si podré aguantar. Algún buen samaritano traerá pan a este
prisionero político, a este nacionalsocialista herido.
Cómo decirte que no sé qué animal
soy dentro de tu cuerpo. Quizás un lobo de estepa o incluso un buitre
carroñero. De la cadena se deja escuchar el Aura, uno de mis discos favoritos
de Miles Davis. Ya las primeras notas de la guitarra de John McLaughlin dejan
entrever la psicodelia triste con recurrencia al misterioso de lo que trata el
disco. Creo que es un disco muy honesto. E incluso creo que refleja bien esta
noche. Este nudo marinero que se deja ver desde la perspectiva de donde tecleo
esnifando el humo que hubo hace media hora en esta pieza y que ya no está. A
veces siento calor, a veces frío. A eso y a esperarte se reduce mi vida.
Pongamos que además procuro hacer bici todos los días y comer sano, aunque esto
último lo incumplo de vez en vez.
La novela nueva va bien. Diría
que saldrá mejor que la anterior. No sé qué más decirte. La última vez que
hablamos ambos estábamos Ko. Yo me quedé velando la ternura de tu sueño y tú…
te siento lejos. Intento deshacer el nudo de la noche para ver si cae el telón
y un aplauso dirige mi atención a ti, lo más bello que acaeció en mi vida, reitero, en mis vidas.
.